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lunes, enero 26, 2004

Tres perros: Soberbia

Quevedo decía que más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla, con el riesgo de caer en el supuesto, mi texto de hoy trata sobre ese segundo perro del mal. Necedad, doble moral, soberbia e ingratitud se encuentran ligadas. La soberbia es la altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros, lo que implica que el soberbio se siente superior a los demás y ordinariamente piensa que sus supuestas características superiores lo alejan de los códigos que regulan al resto de la humanidad; como los soberbios se piensan superiores, las opiniones y razonamientos del resto de la gente siempre están errados (cuando difieren de los del soberbio ser) y no hay manera de que entiendan que son falibles, su condición de altos señores de la tierra les hace suponer que todos están obligados a favorecerlos sin que den a cambio nada. Así, donde el soberbio mira su inteligencia inefable, su status superior a la plebe y el derecho al tributo ajeno, los demás observan a un botarate terco, incongruente y abusivo, que espera del prójimo lo que no se merece. Los antiguos equiparaban la soberbia a la ira, a la cólera, a las acciones descompuestas o a las palabras altivas e injuriosas, porque el soberbio ofende, insulta con su necedad, agrede con su doble moral y atraca a los demás con sus exigencias carentes de reciprocidad.

Esto es así, porque la mayoría de los soberbios son sujetos desubicados, se envanecen; dado que envanecer viene del latín in (en) y vanescĕre (desvanecer) los envanecidos son sujetos desvanecidos, huecos, vacíos, faltos de solidez, carecen de realidad, sustancia o entidad. Son inútiles, pero arrogantes y presuntuosos. Su sentimiento de superioridad carece de fundamento.

Ordinariamente la soberbia proviene de la riqueza o del poder, dice un refrán que el poder hace soberbios, y la soberbia, necios. Un soberbio sin poder, riqueza o alguna cualidad sustantiva es muy semejante a un oligofrénico o a un esquizofrénico.

Sin embargo, habría que cuestionarse sobre que es peor, un soberbio sincero o los malditos hipócritas cuya humildad, de acuerdo a otra afirmación de Lutero, es el más grande y el más altanero de los orgullos. La falsa modestia se parece a la puñalada trapera, a la acción traidora, la humildad hipócrita es tan mala como la soberbia prepotente.

No hay nada peor que la basura que se siente diamante.


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