Avengerlogsábado, marzo 06, 2004
Otra vez Juanga
Por causas ajenas a mi voluntad me he abstraído del Circo Porcino Mexicano que ha dado su bochornoso espectáculo esta semana (me fastidian personajes como el payasito verde, los perredistas de uñas largas o el inefable peje que no se ensucia), pero deseo dedicarle unas líneas a uno de los pensamientos del nunca mal ponderado Juan Gabriel Valencia:
¡Habrase visto semejante estupidez! La doble moral no es un asunto de interés particular, como decidir si se desayuna salmón ahumado con queso crema y bagels, moka con croissants o huevos revueltos con birote salado. Lo que la obtusa weltanschauung de Juanga no comprende es que la doble moral es la causa de todos los desatinos y corruptelas perredistas que se han ventilado esta semana en la cloaca nacional. Sólo un político con doble moral puede condenar con dedo flamígero las suciedades de los adversarios mientras vive en la opulenta casa de un sujeto que se beneficia de su tráfico de influencias. Únicamente un jefe de gobierno con doble moral puede señalar que se encuentra impoluto como el Mesías, aunque esté rodeado de ladrones bajo su mando. Es por esa visión del mundo doblemoralista, profundamente idiota y corrupta, que la mayoría de la izquierda mexicana (religiosa, perredista, priista, guerrillera, terrorista o populista) se siente como el justo que peca en arca abierta, validada en su vicio.
La doble moral no es un problema de conciencia y remordimiento, no se resuelve en la contrición cotidiana, es el cáncer que carcome a nuestra sociedad y junto con la estupidez (que es la hermana gemela del doble estándar) son las principales provocadoras de un nuevo ciclo de purgas y exterminos colectivos. Dicho en pocas palabras: La doble moral, la imbecilidad y la corrupción son una trinidad indisoluble, tres vicios distintos y un sólo mal verdadero.
Juanga la volvió a regar, ¿pero qué necesidad de escribir sin pensar?
En fin, el árbol torcido nunca se endereza y el columnista tarado jamás reflexiona antes de teclear babosadas.
Amén.
Por causas ajenas a mi voluntad me he abstraído del Circo Porcino Mexicano que ha dado su bochornoso espectáculo esta semana (me fastidian personajes como el payasito verde, los perredistas de uñas largas o el inefable peje que no se ensucia), pero deseo dedicarle unas líneas a uno de los pensamientos del nunca mal ponderado Juan Gabriel Valencia:
- «[...]Los perredistas incurren sistemáticamente en dos errores: se creen moralmente superiores al resto de los mortales y no entienden lo básico de los riesgos y problemas que entrañan dedicarse a la política profesional. Lo primero, pase; cada quien con su conciencia y su doble moral. Lo segundo, no, porque estos dicen ser la alternativa de México en el 2006[...]»
¡Habrase visto semejante estupidez! La doble moral no es un asunto de interés particular, como decidir si se desayuna salmón ahumado con queso crema y bagels, moka con croissants o huevos revueltos con birote salado. Lo que la obtusa weltanschauung de Juanga no comprende es que la doble moral es la causa de todos los desatinos y corruptelas perredistas que se han ventilado esta semana en la cloaca nacional. Sólo un político con doble moral puede condenar con dedo flamígero las suciedades de los adversarios mientras vive en la opulenta casa de un sujeto que se beneficia de su tráfico de influencias. Únicamente un jefe de gobierno con doble moral puede señalar que se encuentra impoluto como el Mesías, aunque esté rodeado de ladrones bajo su mando. Es por esa visión del mundo doblemoralista, profundamente idiota y corrupta, que la mayoría de la izquierda mexicana (religiosa, perredista, priista, guerrillera, terrorista o populista) se siente como el justo que peca en arca abierta, validada en su vicio.
La doble moral no es un problema de conciencia y remordimiento, no se resuelve en la contrición cotidiana, es el cáncer que carcome a nuestra sociedad y junto con la estupidez (que es la hermana gemela del doble estándar) son las principales provocadoras de un nuevo ciclo de purgas y exterminos colectivos. Dicho en pocas palabras: La doble moral, la imbecilidad y la corrupción son una trinidad indisoluble, tres vicios distintos y un sólo mal verdadero.
Juanga la volvió a regar, ¿pero qué necesidad de escribir sin pensar?
En fin, el árbol torcido nunca se endereza y el columnista tarado jamás reflexiona antes de teclear babosadas.
Amén.
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