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lunes, enero 30, 2006

Lo ciudadano no quita lo idiota

Juan Ciudadano ("nombre de pluma" -whatever means- de unos sujetos que quieren ver publicado todo, menos su intrascendente nombre) vomitó la siguiente burrada:

(…)

«La declaración patrimonial incide en la confianza cuando su disponibilidad a quien la solicite es regla. Esto aplica para legisladores, funcionarios del Ejecutivo y jueces en cualquiera de los niveles de Gobierno.

Así es, por ejemplo, en Estados Unidos al nivel federal y en buena parte de los estados»

(...)

«La renuencia de muchos servidores públicos honestos de dar a conocer algo tan personal como su patrimonio es entendible.

El problema es que la corrupción en México se endémica y ello obliga a poner sobre la balanza la pérdida de privacidad contra lo que nos cuesta el carácter todavía secreto para el ciudadano de patrimonios como los de Arturo Montiel.

A Montiel ya se le exoneró sin que pudiéramos ver ni los documentos que amparan esta resolución, ni tampoco la declaración patrimonial de cuyo análisis se desprendió aquélla.

Bajo las reglas vigentes, estamos obligados a creerle al Procurador del Estado de México, el mismo que unos meses antes estaba bajo las órdenes del acusado» (…)

(...)

«¿Qué dicen las legislaciones de avanzada?

Que las declaraciones patrimoniales de los servidores públicos o candidatos a puesto de elección popular "son documentos públicos".

Copiar estas tres palabras, "son documentos públicos", permitirán revertir el deterioro en la confianza que tenemos en los servidores públicos.»

Pregunta: Si es entendible la resistencia de los servidores públicos a dar a conocer algo tan personal como su patrimonio (porque los secuestran, violan, matan o asaltan), ¿Por qué resultaría adecuado que lo ventilaran? ¡Ahhhh! Porque el iluminado Juan Ciudadano considera que la corrupción mexicana obliga a poner sobre la balanza la pérdida de privacidad contra lo que nos cuesta el carácter todavía secreto para el ciudadano de patrimonios como los de Arturo Montiel.

Con argumentos como esos exterminaron a 6 millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. La confianza ciudadana es algo tan volátil como los sesos del menso que propone tonterías como esas. ¿Qué le vamos a decir a la funcionaria pública cuya declaración ventilada la ponga a merced de un sujeto que la robe, viole y mutile? “Usted debe entender que los daños que sufrió son el precio a pagar para que los ciudadanos reviertan el deterioro en la confianza que tienen respecto a los servidores públicos”.

Cuando un derecho individual se sacrifica para darle preeminencia a un interés colectivo se está en presencia de una posición transpersonalista, propia de sistemas como el nazi o el comunista. ¿Dónde está la obligación de poner en la balanza la privacidad de alguien para que los incrédulos puedan sentir satisfacción? Sólo en las cabecitas coproneuronales de aquellos que secuestran el apelativo ciudadano, como el Juan sin sesos que declaró semejantes simplezas.

¿La estupidez endémica de grupos ciudadanos –como la del tal Juan- obliga a poner en la balanza la pérdida de su derecho a expresarse contra lo que nos cuesta tolerar sus propuestas imbéciles? Dejo la respuesta al lector.

En fin, lo ciudadano no quita lo idiota: A veces lo refina.



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